El Congreso de la FIBA, teniendo como ejemplo el exitoso torneo olímpico de 23 selecciones durante ese año, aceptó la propuesta, comenzando con un torneo en 1950. Argentina fue seleccionado como el país anfitrión, en gran medida porque era el único dispuesto a hacerse cargo de la organización. Ahí estaba Sylvia, como una magdalena mojada en agua de mar de lo que lloraba.